Entramos por la puerta de la biblioteca del instituto Serrallarga y vimos a
un hombre de nacionalidad colombiana, que respondía al nombre de Yezid. Comenzó
explicándonos que había sido miembro de las FARC, grupo guerrillero que opera
en Colombia y en sus alrededores con el objetivo de acabar con la intervención
militar y con las desigualdades sociales, políticas y económicas. Para
conseguirlo utilizan el robo, la extorsión, el secuestro y el tráfico de armas
y de drogas.
“El destino te lleva por muchos laberintos. Yo me interesé por
escribir en una cárcel en 1996”. ¿En una cárcel? –pensamos-, entonces,
accedió a contar la historia que todos estábamos deseando escuchar.
En una de sus marchas por la selva, las fuerzas militares colombianas lo
hirieron, lo arrestaron y le impusieron una condena de 10 años de cárcel. “Me
amarraron y me trasladaron a una cárcel modelo de Bogotá, una de las más
peligrosas del mundo, donde sicarios, asesinos, políticos corruptos y estafadores
conviven juntos”. Además, pasaba 23 horas en un calabozo y solo le
permitían salir durante una hora. En esas condiciones, empezó a valorar
la vida.
“En el momento en que ves morir a uno de tus amigos, te desvaneces; pero
cuando ves muchas más muertes similares, no te queda más remedio que ser
fuerte”. Entonces, decidió que todas estas experiencias merecían ser conocidas.
Con dicho objetivo, enviaba sus textos a algunos amigos para que los
publicaran, pero antes hacía un duplicado, pues no sabía si llegarían a su
destino. Escribía en pésimas condiciones, "con un lápiz de un
centímetro", puntualizó.
En uno de sus libros plasmó la corrupción de los trabajadores de la cárcel,
que mataron a pedradas a un preso. Gracias a ello, consiguió que se supiera la
verdad y que la justicia actuara.
Yezid sabía que merecía la cárcel y que tenía que pagar ese precio por sus
acciones, pero no se derrumbó y, mediante la lectura y la escritura, consiguió
mantenerse cuerdo en un lugar tan frío y hostil como la prisión. Hoy lucha por
la paz en su país.
Cristina Gallego, Jaissa Obré i Maria Schön, 2º bachillerato
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